La más bella historia jamás contada
Por Toño L´Hotellerie
Al menos la más bella historia que hemos escrito en las páginas de nuestra memoria, La Memoria de la Piedra.
Todo comenzó la semana pasada. Irene, una niña de siete años, volvió como cada año; con su hermana Carlota, los papás y los “yayos” que venían desde Granada para ver la función. Al terminar, Irene se acercó a mí, con los brazos extendidos, para ofrecerme un dibujo del “Hada Ciudadela”, porque cada año me trae uno, yo ya lo espero y ella lo sabe. Miré el dibujo -precioso -, le di la vuelta y leí: “…¡ojalá un día pueda ser el Hada Ciudadela contigo!”. La miré a esos ojos grandes y azules de mirada infinita e inocente y vi que le brillaban. Nos emocionamos todos, los papás, los yayos, Carlota y Jorge también.
Yo no pude evitar emocionarme y llorar, tanto que no podía ni hablar.
Salí del Castillo a las doce menos veinte, después de revisar y recoger, con una idea martillándome la cabeza: ¡Hay que hacer algo! ¡Tenemos que hacer algo! Esa noche le di vueltas y vueltas, al día siguiente por la mañana hablé a primera hora con mi compañero, el actor Jorge Andolz, llamé después al director del Castillo, Francisco Rubio, hablé con nuestra compañera Rosa Morante y con mi buen amigo el fotógrafo y gran artista Diego Fernández -ellos han sido nuestros cómplices secretos-. Finalmente, llamé a Cristina, la mamá de Irene y Carlota:
– Cristina, quiero que vengáis toda la familia el jueves día 10 a las diez de la mañana. Esperad delante de la fachada de la Ciudadela dando un paseo. Por favor, que Irene y Carlota no sepan nada.
Lo que vais a ver a continuación es lo que sucedió después, esa soleada mañana del mes de agosto del año de gracia 2023. Es algo que ninguno de los que estuvimos allí difícilmente olvidaremos jamás.
Ahí va.