
Lugar: Sala Burnao
Precio: gratis con tu entrada al castillo
Presentamos la cuarta exposición de Ismael García en la Ciudadela de Jaca, comisariada de nuevo por Diego Fernández, exgestor cultural del Consorcio del Castillo de San Pedro y exdirector del Museo de Miniaturas Militares.
Una fotografía no solo muestra: revela. En «La mirada ajena», el autor nos invita a habitar otros puntos de vista, a explorar lo invisible en lo cotidiano. Cada imagen está acompañada por un texto escrito por personas externas al proyecto, voces diversas que expanden el significado y multiplican las interpretaciones.
Una experiencia visual y narrativa que transforma al espectador en parte del diálogo. Porque mirar también es escucharse.
¿Quién mira cuando miramos? ¿Qué parte de nosotros queda al descubierto cuando una imagen nos interpela en silencio? «La mirada ajena» es la culminación de un viaje iniciado hace años: un trayecto visual y ético que ha ido investigando los límites entre el ver y el mirar, entre el captar y el habitar.
En exposiciones anteriores, como «Miradas ignoradas» (2022), «Más allá de la mirada» (2023) o «La última mirada» (2024), Ismael nos confrontó con lo desatendido, lo íntimo y lo desaparecido. Lo hizo desde una fotografía comprometida, donde la estética nunca eclipsa la intención. Hoy, en «La mirada ajena», ese proceso se abre, se descentra, se entrega. Aquí, el retrato deja de ser documento para convertirse en espejo. Los rostros que nos observan desde las paredes no son solo sujetos fotografiados: son fragmentos de un diálogo abierto, inacabado, que se multiplica con cada mirada que los contempla.
Esta exposición no se construye solo desde el fotógrafo, sino desde el eco múltiple que su trabajo genera. Cada imagen que compone la muestra va acompañada por un texto escrito por alguien ajeno a la producción fotográfica: voces diversas, independientes, que interpretan, sienten y reflexionan sobre lo que ven. Estos comentarios no buscan explicar ni descifrar, sino coexistir. Ofrecen lecturas personales, fragmentadas, a veces contradictorias, que enriquecen el relato visual con una multiplicidad de sensibilidades.
Lo que emerge es un espacio de diálogo entre miradas: la del fotógrafo, pausada, respetuosa, profundamente humana; la del espectador, activa, movediza, inevitablemente subjetiva y ahora también la de los invitados a comentar, que insertan su visión en la textura misma de la obra. El resultado es una experiencia fotográfica que no se agota en la contemplación, sino que invita a detenerse, a leer, a escuchar otras voces antes de responder con la propia.
Esta propuesta no es solo una exposición: es un acto de cesión. Ismael se retira un paso, ofrece sus imágenes al juicio de los otros, y convierte cada fotografía en un lugar habitable, en una habitación sin dueño. Y en este gesto de renuncia —o de generosidad— radica la profundidad de «La mirada ajena». Al dejar que otros completen su obra, la hace más abierta, más democrática, más viva.
Como comisario, he vivido este proceso con una mezcla de admiración, respeto y gratitud. Porque pocas veces una exposición se construye desde la incertidumbre como virtud, desde la fragilidad como propuesta estética. Aquí no hay respuestas. Solo miradas. Y en ese juego de reflejos cruzados, quizás descubramos que lo ajeno no estaba tan lejos.
Diego Fernández